El juez de la Audiencia Nacional Francisco De Jorge envió el viernes a prisión provisional a una mujer detenida tres días antes en Vitoria que había asumido el ideario del yihadismo radical y se estaba dedicando a propagarlo. Fuera de casa, se esmeraba en redes sociales traduciendo mensajes en google a diferentes idiomas, incluido el ruso. De puertas para adentro, el proselitismo se practicaba infligiendo castigos físicos a sus hijos, de entre 4 y 11 años, a fin de que siguiesen a pies juntillas sus nuevos postulados, según informan a ABC en fuentes de la investigación. En algún momento se volvió estricta.
Los cuatro niños, que por orden del instructor han pasado a estar bajo tutela en exclusiva del padre, tienen 11, 9, 6 y 4 años. En el colegio no habían dado señales de alarma, sólo observaron que su madre, pese al acento suave latino, acudía envuelta en un niqab que no dejaba ver más que sus ojos. Es peruana de origen, una anomalía en este tipo de operaciones.
Las entrevistas realizadas por el equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil especializado en menores llevaron a la conclusión de que estaba adoctrinando a los niños y que la violencia en casa era parte de la ecuación. «Al principio la sospecha era porque consumía propaganda yihadista, pero luego se dieron cuenta», explica sobre los menores una fuente del caso.
Detectada y bajo el radar desde el pasado mes de enero, Información de la Guardia Civil seguía sus pasos porque no sólo frecuentaba propaganda yihadista, sino que se esmeraba en darle difusión buscando el mayor número posible de destinatarios. Traducía para ello los contenidos a distintas lenguas, incluidos el árabe, el inglés y el ruso. No es que se haya constatado que tenga formación en idiomas, ni siquiera le consta oficio remunerado en España. Utilizaba traductores gratuitos de internet y tiraba de copia y pega.
La Guardia Civil se topó con su perfil en una de esas redes que demasiados frecuentan desde España y a las que los investigadores se asoman por prevenir. Creen que su objetivo era «ir medrando» en este tipo de grupos, ampliar su círculo de contactos y subir de nivel, de ahí que se esforzase en lo políglota. Cuando se es la última en llegar a una corriente, comentan fuentes de la investigación, «hay que ser más papista que el Papa» para hacerse un sitio. Presumen que a sus 39 años, estaba en ello.
Y sí que era la última en llegar. Nacida en Perú y emigrada al País Vasco, su poso cultural está a más de un océano de distancia de los postulados del islamismo radical que acabaría asumiendo como propios. Llegó a España entre 2001 y 2002 y fue aquí donde conoció al padre de sus hijos, del que acabó separándose. Él es de origen marroquí, así que los investigadores suponen que debió de convertirse al Islam por él, pero el hecho es que cuando fue detectada ya estaba radicalizada. Se desconoce, en este momento de la investigación, en qué circunstancias dio el salto, decidió cubrirse por completo y acabó rindiendo pleitesía a los terroristas del Daesh. Sí parece claro que su pareja no tuvo nada que ver, según comentan los investigadores. Se trata de un ciudadano con una vida normalizada que no ha formado parte ni del proceso de radicalización «ni de la amenaza» en modo alguno. La investigación le sitúa en las antípodas del ideario que ella compartía en redes sociales y el juez, de hecho, le ha asignado la protección en exclusiva de los niños en vez de ceder la tutela a la Administración, como pidió Fiscalía.
El juez deja a los niños bajo custodia del padre, que no tuvo nada que ver en el proceso de radicalización, según los investigadores
Para la Guardia Civil, este caso es un claro ejemplo de que nadie es inmune a la propaganda porque cualquiera en algún momento puede pasar por una crisis, una fase de especial vulnerabilidad en la que el mensaje justo, en el minuto exacto, haga sentir que se abre camino una luz. Es así como se abrazan, explican, este tipo de postulados en primer lugar. Ocurre con las sectas y también con la yihad. Tras el primer impulso, el tiempo y el consumo de los contenidos, así como la interacción con personas que ya los asumen como propios, hace el resto, a modo de nueva vida social. «Que sea una mujer latinoamericana no es lo normal, pero en este tipo de amenaza no hay ya nada normal», comenta una fuente del caso. Subraya que hasta hace no mucho, lo raro era encontrar una mujer que no tuviese un papel secundario respecto del marido en el ámbito terrorista y sin embargo, la mayor presencia femenina en los movimientos yihadistas se ha acabado consolidando. Algo similar ocurre con los menores, escorados antaño y cuya captación hoy constituye una de las principales preocupaciones de los especialistas de Información de la Guardia Civil. Ella es de origen peruano, sí, y presumiblemente su familia sufriría impacto al verla con el niqab. Pero al ritmo que viaja la propaganda, no extraña tanto. Hace relativamente poco fue detenida por hechos análogos una mujer venezolana. Cabe recordar que la maquinaria de propaganda del Daesh no escatima canales en castellano.
Detenida por adoctrinamiento propio y ajeno, se le incautaron todo tipo de dispositivos. En espera del volcado, el juez le imputa también integración y enaltecimiento. El viernes acabó en prisión provisional. El caso sigue abierto y se analiza bajo secreto.